COLUMNA: El Banxico hizo lo correcto en favor de la economía nacional.

El pasado 4 de octubre, la Junta de Gobierno del Banco de México decidió mantener su tasa de interés objetivo en un nivel de 7.75%, no obstante que unos días antes, el Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos (la FED) había decidido aumentar su tasa de interés de fondos federales en un cuarto de punto porcentual a un rango de 2.00 a 2.25%. La decisión de la mayoría de los miembros de la Junta del Banxico fue la más atinada y a continuación explico las razones:

La inflación general en México anualizada durante la primera quincena de septiembre de 2018 fue de 4.88%, cifra por encima de la meta del Banxico de una inflación de 3.0% con un margen de variación de +/- 1 punto porcentual. El dato de inflación general es resultado de una inflación subyacente de 3.56% y una inflación no subyacente de 8.90%. Cabe señalar que la inflación subyacente es la que mide el alza en los precios de las mercancías y los servicios en general, los cuales muestran una inflación anualizada de 3.91% y 3.20% respectivamente. Por su parte, la inflación no subyacente es aquella que mide el incremento en los productos agropecuarios, así como de los energéticos y tarifas autorizadas por el gobierno, los cuales aumentaron 1.22% y 14.01% en términos anualizados durante la primera quincena de septiembre.

Como lo hemos señalado anteriormente, queda claro que el componente de inflación que se sale de los parámetros aceptables para el Banco de México es el de los energéticos y tarifas autorizadas por el gobierno, y desde este espacio hemos señalado que ese componente de la inflación es insensible a las decisiones de política monetaria. Es decir, no importa si el Banxico sube o baja su tasa de interés objetivo, eso no hará que bajen los precios de las gasolinas, diésel y casetas de peaje de las carreteras.

Dado lo anterior, es que fue una decisión acertada el que el Banxico no haya aumentado nuevamente su tasa de interés objetivo, no obstante que la FED si la aumentó. En este sentido, también hay que entender el contexto de lo que sucede en la economía de México y en la de nuestro vecino del norte. Y es que mientras que en Estados Unidos el PIB creció 4.2% anualizado en el segundo trimestre de este año, en México dicho indicador creció 2.6% anualizado, por lo que resulta evidente que la economía estadounidense muestra una fortaleza mucho mayor a la nuestra y eso permite dar esos apretones monetarios.

Otro aspecto que resulta importante a considerar es que en Estados Unidos, la tasa de fondos federales subió de 0.12% el 2 de noviembre de 2015 al objetivo actual de 2.0 a 2.25%, mientras que en México la tasa de interés objetivo del Banxico subió en el mismo periodo de 3.0% a 7.75%. Queda claro que en nuestro vecino del norte el aumento ha sido de menos de 2 puntos porcentuales, mientras que en México el ajuste monetario ha sido de 4.75 puntos porcentuales, lo que equivale a más del doble.

Desde luego que los incrementos en la tasa de interés objetivo han causado mella en las finanzas del gobierno federal, de las empresas y de las familias. En cuanto al gobierno federal, tenemos que de acuerdo a las estadísticas oportunas de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), en los primeros ocho meses de 2018 el costo financiero de la deuda del sector público sumó 388.996 miles de millones de pesos, lo que representa 12.4% más de lo erogado en el mismo periodo del año pasado. Sin embargo, se debe tener en mente que los pagos de intereses por la deuda se concentran hacía finales de año, por lo que la estimación es de que al cierre de 2018 el costo financiero de la deuda pública será de casi 800 mil millones de pesos, una cantidad sin precedentes. Cifra que además representa más doble de la inversión física directa realizada por el sector público federal.

Otro perjuicio que ha traído el alza en las tasas de interés es que ha provocado que diversos sectores de la economía se hayan “enfriado”, tales como la venta de automóviles, la cual depende fuertemente de las condiciones crediticias. De acuerdo con datos de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz, AC, en los primeros nueve meses de 2016 se vendieron en México 1.119 millones de vehículos ligeros, en el mismo periodo de 2017 dicha cifra cayó a 1.106 millones y en los mismos meses de 2018 bajó hasta 1.028 millones. Esto es en buena medida resultado de un incremento de casi 5 puntos porcentuales en el costo del dinero en nuestro país, sin que haya una actividad económica lo suficientemente fuerte como para que compense el efecto negativo del alza en la tasa de interés.

Y pues desde luego que el alza en las tasas de interés también ha afectado a las familias con créditos con tasa de interés variable. Desde este espacio hemos dado cuenta de cómo diversas tarjetas de crédito bancarias han aumentado la tasa de interés que cobran a sus clientes en rangos superiores a los 20 puntos porcentuales, pasando de 24% a 42%, varias de ellas. Desde luego que hay tasas que han subido menos, y otras que han aumentado más, pero al final de cuentas lo que importa es que para aquellos tarjetahabientes que no son totaleros, el gasto en intereses les ha aumentado de manera importante, lo que dificulta que se puedan comprar otros bienes y servicios.

Desde luego que los grandes ganadores de las alzas que se dieron en las tasas de interés, pues son los bancos comerciales, los cuales llevan generando utilidades record cada año, y muestra de ello es que en los primeros siete meses de 2018 éstas alcanzaron 89.133 miles de millones de pesos, cifra 14.72% más alta a la observada en el mismo periodo de 2017.  Este nivel de utilidades de los bancos, a costa de gobiernos, empresas y familias, hace que nuestro país sea un verdadero “paraíso” para los bancos extranjeros. Hay que recordar que de los siete bancos más grandes de México, 6 son extranjeros. Entonces estos bancos obtienen aquí las utilidades que ni en sus casas matriz, ni siquiera en continentes enteros, obtienen. De acuerdo a cifras oficiales, aquí operan con márgenes de intermediación financiera que promedia 8.0%, cuando en Chile y en España lo hacen con apenas el 1.6 por ciento. Este tema sin duda es una asignatura pendiente para el Banco de México.

Es por todo lo anterior que es una excelente noticia que la Junta de Gobierno del Banco de México haya hecho lo correcto y no aumentó su tasa de interés objetivo en su pasada reunión, aunque no fue una decisión unánime de sus miembros. Claro que después del anuncio de la decisión no faltaron los “talibanes” de la ortodoxia monetaria que salieron a criticar al Banco de México y casi casi dijeron que esa decisión le iba a costar caro al peso mexicano. ¿Pero qué fue lo que sucedió con el peso? Pues realmente nada, más allá de que el dólar subió durante unas horas a niveles de 19 pesos, para después retroceder a los niveles de entre 18.80 y 18.90.

Desde luego que la buena noticia de la conclusión en la renegociación del Acuerdo México-Estados Unidos-Canadá (AMEC o USMCA por sus siglas en inglés) le ayudó al Banco de México a tomar la valiente decisión, lo que demuestra que si de lo que se trata es de controlar la inflación en base a un dólar más barato, pues resulta más efectivo el generar buenas noticias que el subir la tasa de interés hasta que la economía no pueda más.

Esperemos que la FED deje su tasa de interés de fondos federales en el actual nivel, de manera que esto reste presión al Banco de México para sus reuniones que le quedan antes de terminar el año. Si llegamos al 31 de diciembre de 2018 con una tasa de interés objetivo de 7.75% y una inflación en torno a 4.5% podremos decir que no nos fue tan mal. Sin embargo, este escenario se ve complicado porque no se ve cuando el precio de los combustibles dejará de aumentar, además de que se han acumulado fuertes presiones inflacionarias en el sector manufacturero derivadas de los incrementos en las tarifas eléctricas, tema del cual escribiré en mi siguiente entrega.

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