MÉXICO:Otra vez problemas con la confianza en el país.

Hace unos días el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) informó que en términos anuales, el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) se incrementó 2.9% en el periodo de enero de 2016 en relación al mismo mes del año pasado. Este resultado fue producto de que las actividades primarias (agricultura, cría y explotación de animales, aprovechamiento forestal, pesca y caza aumentaron 4.3%, las secundarias (Minería; electricidad, gas y agua; construcción; e industrias manufactureras) crecieron 1.8%, y las actividades terciarias (comercio y servicios) se elevaron 3.5 por ciento.

Este es el mejor desempeño del IGAE para un mes de enero desde el año 2013, ya que el crecimiento del primer mes de 2016 es superior al 2.24% observado en enero de 2015 y también es más alta que el 1.14% registrado en enero de 2014.

Este dato ha provocado que ciertos analistas consideren que el 2016 podría ser un año en el que se logre una tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en torno al 2.5%; sin embargo, este “buen arranque de año” podría verse descarrilado si la confianza de consumidores y empresarios continúa deteriorándose.

En este sentido, tenemos que el viernes 8 de abril el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) informó que en su comparación anual, el Índice de Confianza del Consumidor (ICC) presentó en marzo de este año una caída de 4.2%, lo que representa la mayor caída anualizada dese agosto de 2014 y se suma a la disminución de 1.8% observada en febrero de este año.

Este dato es por demás preocupante porque cuando los consumidores pierden la confianza en la economía, cierran la billetera, deja de crecer el consumo y entonces la economía crece más lentamente. Esto no es especulación, hay estudios que así lo demuestran, y además, pues ya lo vivimos en el periodo de abril de 2013 a octubre de 2014, meses en los que el ICC cayó prácticamente todos los meses contribuyendo a que el PIB creciera en el 2013 solamente 1.35% y en el 2014 a una tasa de 2.25 por ciento.

La preocupación respecto al impacto que tendrá la caída del ICC en el desempeño económico nacional es potencializada por el hecho de que en febrero de este año la tasa de interés de referencia del Banco de México fue aumentada en 0.5 puntos porcentuales (lo que inhibe la inversión productiva), y por el recorte al gasto público de 132 mil millones de pesos, equivalente al 0.7% del PIB.

Pero no sólo los consumidores se sienten más pesimistas respecto a hace un año, sino también los empresarios, ya que en su comparación anual, durante marzo de este año el Indicador de Confianza Empresarial (ICE) por sector de actividad mostró el siguiente comportamiento: el ICE del sector Comercio retrocedió 1.6 puntos, el Manufacturero cayó 1.8 puntos y el de la Construcción fue menor en 2.8 puntos.

Enfocándonos en el sector manufacturero, lo anterior significa que con respecto a hace un año los empresarios tienen ahora menos confianza para invertir, se sienten menos optimistas respecto a la situación económica presente y futura del país, y se sienten más pesimistas respecto a la situación presente y futura de su empresa.

¿A qué se debe que consumidores y empresarios se sientan más pesimistas? Sin duda hay un efecto causado por el alza del tipo de cambio, ya que históricamente los mexicanos hemos relacionado las depreciaciones del peso con crisis económica, y de hecho entre el primer trimestre de 2015 y el mismo trimestre de 2016 el dólar aumentó en 20.7% al pasar de 14.95 a 18.05 pesos por dólar en promedio. Como hemos dicho desde este espacio, el alza del dólar no es negativa para la economía nacional, ya que ayudará a impulsar exportaciones y reduce importaciones, lo que se traduce en más crecimiento de la producción y del empleo, pero desafortunadamente el gobierno federal (dado que no tiene planes efectivos de fomento a las exportaciones y de sustitución de importaciones), no ha sabido vender esto a la población y al sector empresarial.

Otro factor que ha causado mella en la confianza de consumidores y de empresarios es que las reformas estructurales realmente no se han traducido en una mayor dinámica económica, y lo único que han visto es que ya no sube la cuenta del celular y que ha bajado el costo de la energía eléctrica. Fuera de eso, la tasa de creación de empleos formales sigue siendo baja (entre febrero de 2013 y el mismo mes de 2016 el número de trabajadores registrados ante el IMSS aumentó en 1.868 millones, lo que representa un promedio anual de apenas 622 mil trabajadores por año); los ingresos de la población ocupada están estancados (entre el cuarto trimestre de 2012 y el mismo trimestre de 2015 la población ocupada que gana menos de un salario mínimo al día creció en 12.7%, mientras que la que gana más de 5 salarios mínimos diarios disminuyó en 9.1%); además de que independientemente de que el INEGI nos diga que la inflación anualizada al mes de marzo de 2016 fue de 2.60%, la mayoría de los mexicanos sufre cada vez más una mayor carestía.

Respecto a este último punto, vale la pena hacer eco de la investigación recientemente dada a conocer por el Centro de Análisis Multidisciplinario de la UNAM, en el cual se señala que un obrero tendría que trabajar jornadas de 51 horas con 44 minutos para poder acceder a la Canasta Obrera Indispensable (un tipo de canasta básica) a diferencia de 1987 cuando con 8 horas 28 minutos de trabajo un empleado podía adquirirla.

De acuerdo con esta investigación, el salario mínimo de los trabajadores mexicanos es el más bajo en América Latina sólo después de Haití; y la situación sólo ha tendido a empeorar ya que mientras que en el 2000 había una diferencia de 135% entre el salario mínimo y el de la canasta real (estimada para 4 personas e integrada por 27 alimentos, tres productos de aseo personal y del hogar, transporte, energía, gas y agua), para el 2015 el precio de la canasta ya superaba al salario por 383.58%, es decir el salario actual, tiene poder adquisitivo sólo para el 15.45 % de la Canasta Obrera Indispensable.

De esta manera, tenemos que actualmente sólo 2 millones 56 mil personas (1.7% de la población) puede acceder a dicha canasta, por lo que no debe sorprendernos que exista tanto resentimiento social y hartazgo, lo cual sin duda se traduce en pesimismo, ya que en general los “beneficios” de las reformas no llegan a la población aunque el gobierno federal quiera hacer creer a la población que si ha habido mejoría en la situación de su economía.

A manera de conclusión podemos señalar que es fundamental que el gobierno federal ponga atención en la confianza del consumidor y de los empresarios, ya que de lo contrario será imposible que la economía nacional crezca arriba del 2% durante este año. Es muy importante que se hagan ajustes al marco legal para fomentar la creación de empleos, y no hablo de disminuir impuestos, sino de aquellas medidas que ayudan al entorno económico y competitivo de las empresas haciendo valer la ley, tal es el caso de las acciones para combatir el contrabando y la subvaluación, los cuales destruyen empleos y provocan el cierre de empresas nacionales.

Existen muchas más propuestas por parte del sector empresarial que pueden ayudar a mejorar el clima de negocios del país y que se traducirían en mayor confianza y dinámica económica. Hay que poner atención en los planteamientos que ha hecho la CONCAMIN para generar un plan de sustitución de importaciones y generar una política industrial de nueva generación. Esperemos que las autoridades las escuchen y las pongan en práctica para así mejorar nuestras perspectivas económicas.

 

Alejandro Gómez Tamez

Director General GAEAP*

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