NACIONAL: No echen a perder al Banxico

En medio de una etapa de severa incertidumbre económica y financiera en México, el pasado jueves 1 de diciembre, Agustin Carstens, Gobernador del Banco de México presentó su renuncia al Presidente Enrique Peña Nieto debido a que aceptó la invitación que le hicieron para ser el Gerente General del Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés). La renuncia será efectiva a partir del 1 de julio de 2017, por lo que aún le quedan poco menos de siete meses al frente del Banxico.

Cabe señalar que el BIS es una organización internacional financiera propiedad de 60 bancos centrales, entre los que destacan los de Alemania, Inglaterra, Japón, Francia, Italia, Estados Unidos y el Banco Central Europeo. Es también conocido como el "banco de los bancos centrales", y tiene entre sus funciones el fomentar la cooperación financiera y monetaria internacional y servir de banco para los bancos centrales, ya que presta servicios bancarios a éstos y a otras instituciones monetarias oficiales.

Para muchos la designación de Carstens al frente del BIS es un merecido reconocimiento a su trayectoria y al buen manejo que ha hecho de la política monetaria en México; para otros analistas es “inoportuna, ilegal e irresponsable” porque agravará la inestabilidad cambiaria y crediticia, además de que la Ley del Banxico no contempla la renuncia. Pero con  independencia de este debate, el gran reto para el presidente de la república, será encontrar a una persona que tenga las mismas capacidades y carácter para suplir al gobernador saliente; y lo más importante, que se pueda conducir con la suficiente autonomía en sus decisiones de manera que haga lo que al país le conviene y no lo que el presidente le quiera ordenar en términos de política monetaria.

De esta manera, Peña Nieto debe ser lo suficientemente responsable como para no poner en dicho puesto a algún amigo que el día de mañana haga lo que el presidente le pide porque “le debe la chamba”. Esto es muy importante porque la tentación de poner en el Banxico a alguien “a modo” será grande, sobre todo porque los tiempos electorales en nuestro país están a la vuelta de la esquina y estará latente la tentación de aumentar la oferta monetaria para que la economía crezca aunque el costo de esto sea un elevado costo en la inflación y una mayor depreciación del peso.

En el pasado México ha sufrido las terribles consecuencias de tener al frente del Banxico a personas que no se han conducido con la debida autonomía y más bien lo han hecho en su carácter de empleados del presidente de la república y del Secretario de Hacienda y Crédito Público. Muestra de ello es que en el sexenio de Luis Echevarría la inflación fue de 129.6%, en el de José López Portillo sumó 459.0%, en el de Miguel de la Madrid fue de 3,710% y en el de Carlos Salinas de Gortari ascendió a 139.1 por ciento.

Después de que el Banxico obtuviera su plena autonomía a partir de abril de 1994, con la reforma constitucional al Artículo 28 y a la ley y el reglamento que regulan al instituto bancario, las cosas en materia de inflación mejoraron considerablemente y muestra de ellos fue que en el sexenio de Ernesto Zedillo la inflación fue de 226.0% (debido principalmente a los efectos de la devaluación del peso por el “error de diciembre” de 1994 y la crisis de 1995), en el de Vicente Fox fue de 29.8%, en el de Felipe Calderón fue de 28.5% y en lo que va del sexenio de Peña Nieto suma 12.8 por ciento.

La autonomía del Banco de México descansa en varios pilares fundamentales, pero el más importante es que ninguna autoridad le puede exigir la concesión de crédito, con lo cual se garantiza el control ininterrumpido del instituto central sobre el monto del dinero (billetes y monedas) en circulación. Es decir, se asegura que no se monetice la deuda del sector público a través de poner en marcha la “maquinita de hacer billetes”.

Otro aspecto de autonomía del Banxico es que las decisiones de política monetaria las toma su Junta de Gobierno, la cual está conformada por el Gobernador y cuatro subgobernadores, y éstos se van renovando de manera escalonada, de manera que el presidente en turno no alcanza a tener mayoría de miembros en la Junta de Gobierno propuestos por él.

No obstante lo anterior, la influencia que puede ejercer el Gobernador respecto a los subgobernadores es muy grande, y es por ello que quien ocupe el máximo puesto en el Banxico debe ser una persona técnica, profesional y ajena a las influencias de gobernantes y de los partidos políticos; y sobre todo de los tiempos electorales.

Muestra de la preocupación de que la autonomía del Banxico se puede ver afectada tras su salida es que después de darse a conocer la renuncia de Carstens, el peso se depreció frente al dólar y el tipo de cambio interbancario se fue de 20.50 a 20.75 pesos por dólar.

Desde que Agustín Carstens anunció su renuncia han comenzado las especulaciones respecto a quien lo pudiera sustituir y entre los que se mencionan están los actuales subgobernadores: Manuel Ramos Francia, Roberto del Cueto Legaspi, Javier Eduardo Guzmán Calafell y Manuel Sánchez González; siendo el primero de éstos el de mayores probabilidades y el último un subgobernador que termina su encargo este 31 de diciembre. El nuevo subgobernador, apenas ratificado por el Senado es Alejandro Díaz de León, aunque a él se le ven pocas posibilidades por lo mismo de que apenas se incorporará al banco.

Otro de los que suenan es Alejandro Werner, exsubsecretario de Finanzas que está en el Fondo Monetario Internacional (FMI), fue subsecretario de Hacienda y director de Estudios Económicos de Banxico, por lo que cuenta con experiencia suficiente en el sector financiero mexicano. Sin embargo, tiene pocas posibilidades porque nació en Argentina, por lo que su llegada al Banxico requeriría de una reforma a la ley de Banxico, algo que se antoja complicado.

Otros que suenan para suceder a Carstens son: Miguel Messmacher, actual subsecretario de Ingresos de Hacienda; Gerardo Rodríguez, director de Estrategias de Inversión para Mercados Emergentes de BlackRock; y Alonso García Tamés, quien hasta hace poco trabajaba en Citigroup.

Finalmente, también suenan algunos exsecretarios de Hacienda, entre ellos Luis Videgaray, Guillermo Ortiz y José Ángel Gurría. Cabe señalar que Guillermo Ortiz ya fue Gobernador del Banxico y tuvo un pésimo desempeño al frente de Banxico porque magnificó los efectos de la crisis financiera internacional de 2008 con una pésima conducción de la política monetaria en México; además de que está imposibilitado, al igual que Gurría por tener ambos más de 65 años, algo que contraviene la Ley de Banxico por lo que requeriría que ésta se cambiara.

En el caso de Luis Videgaray, pues probablemente no sea una buena elección por la razón que señalé líneas arriba de que se debe evitar que el que llegue a Banxico sea alguien tan cercano al presidente, y es más que evidente la enorme cercanía entre Peña y Videgaray. Es por ello que él podría ser tal vez la peor elección de todas las personas que en este escrito se mencionan. 

A este respecto la iniciativa privada, a través del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) se ha pronunciado porque la persona que llegue a Gobernador del Banxico sea un miembro de su Junta de Gobierno, y tal vez eso sea lo más sensato y terminaría con especulaciones respecto a si se continuará con la misma prudencia y línea de trabajo que tiene Carstens.

A manera de conclusión podemos decir que elegir al sucesor de Carstens es un acto de la más alta responsabilidad, no se debe permitir que en esa posición se quede un amigo de Peña; sino que debe ser alguien profesional, técnico y sobre todo, alguien que tenga los pantalones para el día de mañana poder decirle a Peña Nieto, en caso de que se quieran meter en los asuntos del Banxico, “no señor presidente”.

 

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