Como pocas veces en la historia reciente, una elección en Estados Unidos acaparó con tanta magnitud el interés y la atención del mundo entero. Y no es para menos: por un lado la oferta era una candidata que representaba al “establishment” político, con una fama – bien o mal ganada – de corrupción y de favoritismos a los grandes empresarios y grupos financieros; en la contraparte, estaba un advenedizo sin ninguna experiencia en política, magnate de los bienes raíces, con una personalidad excéntrica y con mucho reconocimiento por escándalos mediáticos y del mundo del espectáculo. Al final, todos lo sabemos, la balanza se inclinó por el segundo.
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