El paso por el instituto supone un antes y un después. Se dice que las experiencias allí vividas marcarán lo que se será en un futuro y no falta razón. Las primeras confidencias, los primeros amores, los primeros desamores; los primeros intentos casi furtivos con el maquillaje, los primeros consejos de moda. Es probable, además, que junto a los recuerdos se guarden imágenes más o menos nítidas de lo que se llevaba, incluso puede que alguna de esas piezas favoritas haya sobrevivido al paso del tiempo. La camiseta de ese concierto, la cazadora vaquera desgastada con parches o incluso firmas de los amigos. Y las zapatillas. Esas que se calzaban 24/7, porque lo mismo servían para pasar la clase de gimnasia que para lucirlas un viernes junto a los vaqueros favoritos y ese top especial, porque era viernes y había que ir más arreglada a clase. Y a esas piezas les sucede lo mismo que a las personas: los años las han moldeado, han cambiado usos y costumbres pero la esencia permanece, por suerte, intacta.
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