Para cumplir con su promesa de poner a Estados Unidos primero, el arma preferida de Donald Trump es imponer (o amenazar con) fuertes aranceles a países que estima que tienen una ventaja desleal.
Sus principales objetivos son China y México, pero también amenaza con castigar a compañías estadounidenses que trasladen empleos al extranjero mediante la imposición de un impuesto a sus productos cuando importen sus bienes a Estados Unidos.
Sus amplias facultades para imponer aranceles podrían explicar la razón por la cual las compañías han eliminado rápidamente los planes de expandir sus fábricas en México. Los altos aranceles elevarían los costos que deben afrontar las compañías estadounidenses que importan bienes, aumentando el atractivo de producir en Estados Unidos.
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